Cuando el espacio compartido ya no da para más
Quizá en sus inicios estabas encantado con el ambiente del espacio compartido, con la comunidad, la flexibilidad y el coste bajo. Pero si empiezas a sentir que el ambiente de coworking se ha quedado corto para ti, es posible que sea hora de plantearte dar el salto a una oficina propia. Por ejemplo, si notas que el ruido, el trasiego constante o la falta de privacidad están afectando tu productividad, ese es uno de los primeros avisos. En un entorno compartido puede que no tengas el control que necesitas sobre cuándo hacer reuniones, cuándo concentrarte o cuándo recibir clientes sin interrupciones. Según expertos en el sector, ese síntoma aparece bastante cuando el negocio lleva un tiempo funcionando y empieza a necesitar otro tipo de espacio.

Otro indicador contundente: tu equipo crece, o vas a empezar a contratar, y el coworking se queda pequeño o las plazas fluctuantes ya no tienen sentido. Cuando el modelo deja de adaptarse a tus necesidades y tú tienes que adaptarte a él, el desequilibrio se hace evidente.
Y no hay que menospreciar el coste por persona; a veces el coworking, por la comodidad, se vuelve caro si lo comparamos con lo que te costaría una oficina propia con contrato, sabiendo que amortizas mejor el espacio. Si ya estás pensando “si en vez de pagar esto en coworking lo metiera en mi oficina…” ese pensamiento también dice mucho.
Visualizar cuándo es el momento y cómo afrontarlo
Para no lanzarte al vacío sin red, conviene tener claros unos cuantos indicadores que te ayudarán a saber si sí es el momento o si aún puedes estirar el coworking un poquito más.
Primero, evalúa la relación coste versus beneficio: compara lo que pagas hoy en coworking (por escritorio, por persona, por flexibilidad) con lo que te costaría una oficina propia (alquiler, mobiliario, suministros, servicios). Si tras hacer números ves que la oficina propia te resultaría viable o incluso más rentable a medio plazo, es una señal. Segundo, revisa la cultura y el trabajo en equipo: ¿necesitas un espacio que refleje tu marca, tu identidad, dar sensación de estabilidad a tus clientes o dar una imagen más profesional? En ese caso el coworking puede estar limitando lo que quieres proyectar. Tercero, piensa en el futuro del equipo: si esperas crecimientos, necesidades tecnológicas específicas, almacenamiento especial o reuniones frecuentes importantes, la oficina propia te da una base para ello.
Además, toca mirar la ventaja de la libertad: en una oficina propia puedes organizar el espacio a tu gusto, poner normas, definir horarios, personalizar. Tiene su coste y su riesgo (serás responsable de más cosas), pero también tu independencia. Dar ese salto requiere tener bien presente que ya no solo estás alquilando un escritorio, sino un escenario para tu empresa. Debes valorar también los riesgos: si tu situación financiera es incierta, si aún dependes de muchos “por si acasos”, quizá esperar un par de meses más y reforzar el negocio antes de atarte a un alquiler a largo plazo sería más prudente.
Por supuesto, al pasar a un contrato de oficina propia aparecen aspectos más formales que en el coworking: contrato de arrendamiento, fianzas, mantenimientos, servicios, seguros… asegúrate de tener claros esos costes antes de firmar nada. Nada de improvisar.
Cuando sientes que el coworking ya no encaja, que tu negocio habla de otra cosa, que el presupuesto lo permite o lo permitirá pronto, y que el equipo necesita un espacio propio, esos son los momentos en que decidir mudarse ya no es una aventura sino un paso lógico.