De coworking a oficina propia: cómo decidir el momento adecuado para escalar espacio

Pasarte de un coworking a una oficina propia no es solo cuestión de tamaño o de imagen, es cuestión de costes, previsión y equipo, y de si de verdad puedes asumir más responsabilidades sin que te agobien. Lo que hoy te parece ideal en coworking puede convertirse mañana en un cuello de botella. Voy a ayudarte a ver las señales de que puede ser el momento, a comparar lo que pierdes y lo que ganas, y a que tomes la decisión con los ojos abiertos.

Señales de que puede que ya te toque tener oficina propia

Trabajar en coworking tiene muchas ventajas: flexibilidad, no preocuparte de limpieza o suministros, mobiliario ya montado y además cierta comunidad alrededor. Pero llega un punto en el que esas ventajas pesan menos que las limitaciones. Por ejemplo, si tu equipo ha crecido y ya no cabéis cómodos, o si necesitáis espacios privados para reuniones con clientes que no quieres estar reservando cada semana.

También es una señal cuando las cuotas del coworking empiezan a subir tanto que al final estás pagando casi lo mismo que una oficina pequeña. Si sumas extras como salas, servicios de mantenimiento o limpieza, el coste real se dispara. Otro momento clave es cuando la imagen profesional empieza a importar más y quieres que los clientes vean un espacio que sientan como propio. Y, por supuesto, cuando tu negocio exige estabilidad, cuando buscas personalizar el espacio, controlar los horarios, decidir el diseño y la disposición del trabajo.

Qué debes comparar y calcular antes de embarcarte en oficina propia

Tener una oficina propia trae consigo responsabilidades que no siempre se ven al principio: alquiler, luz, internet, mobiliario, licencias, limpieza, seguros… Todo eso hay que ponerlo en la balanza. Lo que deberías revisar con calma es lo siguiente:

Primero, calcula el coste real del coworking incluyendo reservas de salas, extras y cualquier servicio adicional que estés usando. Segundo, estima cuánto costaría una oficina propia en una ubicación que te encaje, con suministros, mantenimiento y demás gastos fijos. Tercero, piensa en cuántas personas están realmente en la oficina cada día, si tienes teletrabajo parcial o rotaciones, porque eso cambia el espacio necesario y el coste. Cuarto, ten en cuenta los compromisos de arrendamiento: suelen ser largos y reducen tu flexibilidad. Y quinto, valora el impacto en tu marca, porque la oficina propia transmite solidez, aunque también te exige más esfuerzo de gestión.

La oficina propia compensa si lo que ganas en control del espacio, en imagen profesional y en eficiencia supera lo que pierdes en flexibilidad y en gastos adicionales. Si ves que las cuotas de coworking ya se te van de las manos, que el equipo necesita más espacio y que gestionar tu lugar de trabajo es lo lógico, quizá sea el momento de dar el salto. Eso sí, hazlo con números sobre la mesa y pensando también en escenarios menos optimistas.

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